Aunque la sociedad se esfuerza para que no sea así, emprender unos estudios no es algo sencillo ni fácil ni al alcance de todos en cuanto a esfuerzo y otros muchos aspectos. Se debe crear hábito y luego se debe gestionar bien el tiempo dedicado a cada materia. Por ello surgen dudas que empiezan con un cuánto. Dudas que llamo cuantitativas y que las matemáticas pueden resolver generalmente.
Por ejemplo, una o un alumno de secundaria se pregunta qué debe hacer para aprobar o sacar nota en el próximo examen, esto es, cuánto tiempo necesitará estudiar para aprobar el siguiente examen. Ahí está su “ecuación” del emprendimiento académico. Necesita descubrir unos factores medibles que, mediante operaciones aritméticas, le lleven a la cantidad de horas necesarias para superar el reto que viene.
Un error frecuente es no dar valor a las cualidades como manifiesto en la entrada del enlace anterior. Si buscamos factores medibles deberemos buscar entre las cualidades que observamos. Por ejemplo, una cualidad es la dificultad del aprendizaje de la materia. El problema es cómo medirla, así que hay que recurrir a otras cualidades para encontrar dichas mediciones.
La realidad con la que se encuentra el o la emprendedora académica de secundaria es que aún no dispone de suficientes conocimientos para responder a esa pregunta. No obstante, necesita desvelar ya esa “ecuación” y con independencia de lo que diga el o la profesora porque ya es mayor. Ella, o el, sigue el curso de su vida. Ahí, el profesorado tiene una buena oportunidad para enseñar a aplicar las matemáticas. No obstante, cada profesor o profesora es libre de elegir el momento oportuno para introducir los contenidos y desarrollar habilidades.
Ante el deseo de desvelar la ecuación del emprendimiento académico cabe la posibilidad de aplicar el enfoque determinista. Como explicaba en un artículo anterior, también se puede suponer que es totalmente azaroso y aceptar que no se puede saber. Otra posibilidad es una mixtura entre ambos, es decir, se puede saber hasta cierto punto. De todos modos, en seguida observaremos paradojas debido a la falta de conocimientos.
En busca de la ecuación
Imaginemos que la o el estudiante se plantea entre si estudiar o no. Sea A = {A1, A2} una variable donde A1 = {No estudio} y A2 = {Estudio} Sea el conjunto C = {F, E} y f: A → C aplicación. ¿Qué ocurre? f(A1) = F (fracaso), pero una vez sonó la flauta[i]. Contradicción. f(A2) = E (éxito), pero muchas veces la flauta no suena bien[ii]. Contradicción. Conclusión de la mayoría, no existe la ecuación del emprendimiento académico, ¿para qué me sirven las matemáticas?
En cambio, la conclusión de una minoría es “hay una causa más que me llevará a saber por qué la flauta sonó y por qué a veces la flauta no suena bien”. Este es el camino a seguir, sin embargo, se verá desbordado debido a que aún no ha aprendido funciones de más de una variable. Lo mismo sucede con una aplicación cuya variable esté basada en asistir o no a clase. Todos los estudiantes se encuentran en que una vez sonó la flauta y otras veces no sonó bien a pesar del esfuerzo.
Si ahora tomamos otros valores dicotómicos como aquello de portarse bien o mal, también nos encontraremos en que, a esa edad, es un tema que se replantean debido a la rebeldía que les nace. Por ello, debe tener una respuesta convincente… démosla. A continuación, propongo una acorde con lo expuesto hasta ahora.
Esta vez partiremos des del enfoque azaroso para encontrar la “ecuación” buscada, aunque sigue siendo un poco paradójico a los ojos del estudiante. Veamos cómo y por qué. Pongamos por caso: B1 = {Me porto mal}, B2 = {Me porto bien} y que F = fracaso, E = éxito. Simplificando obtendríamos algo así:
- B1 implica F, en el 98% de los casos porque una vez sonó la flauta.
- B2 implica E, en el 85% de los casos muchas veces no suena bien.
Ahora tenemos las cosas más claras, hay una ecuación esta vez es una mixtura entre azar y determinismo. A simple vista los porcentajes deberían sumar 100 por ello dirán que es paradójico. A pesar de que es coherente, las limitaciones del aprendizaje inducen a pensar de esa manera. Este planteamiento recuerda a los falsos positivos y falsos negativos. Con ello podemos hacernos una idea de qué dificultades hay para entenderlo y el curso indicado.
Así como los autónomos y lo pequeños empresarios tienen su ecuación para lograr sus objetivos, las y los emprendedores académicos no la tienen. Por ello se opta a tres opciones: o bien seguir los consejos de algún experto cercano o bien descubrirla y continuar el camino o bien abandonar y emprender otro camino más emocionante. Para que no suceda lo tercero desde la segunda opción, se les puede recomendar las siguientes pistas.
Pistas para encontrar la “ecuación” buscada
Una pista que podemos adelantar es que el o la interesada se fije en aquellas magnitudes que varían. Por ejemplo, ¿qué magnitudes o cantidades son distintas de una asignatura a otra? Una de ellas que salta a la vista la podemos encontrar estudiando el horario de clases. No es mala idea, gestionar el tiempo dedicado a cada asignatura en casa de manera proporcional al horario de clase.
Otra pista es intentar descubrir qué regla o ley usan los profesores para su gestión del tiempo en relación con los temas que imparten. Pronto descubrirán que no basta con preguntar al profesor, sino que se necesita mucho más.
Conclusiones
Por un lado, el ejercicio de encontrar la ecuación del emprendimiento académico conlleva una pequeña investigación a escala personal. Además, es un buen anticipo de lo que vendrá después en su vida cotidiana o laboral, ya que todos y todas necesitamos una ecuación para gestionar bien nuestro tiempo y no siempre los estudios cursados dan una respuesta satisfactoria. Ello evitaría que la formación académica sea vista como un paripé porque le encontrarían una aplicación inmediata y de utilidad al día a día.
Por otro lado, al salir a las calles de España suelo percibir una falta emprendeduría –pocas y pocos son los que quieren mandar y quienes se quejan abundan. Insisto en que no sé qué veracidad tendrá dicha percepción. Asimismo, cuando he hablado con alguno de ellos o de ellas me comentan que no hay formación académica expresa para emprender, es decir, el instituto (desde 1º de ESO) debería tener un enfoque más preparado para el emprendimiento.
Por tanto, ante esta realidad, espero haber mostrado una manera de ver cómo las matemáticas existen en nuestro quehacer diario y cómo nos ayuda en la emprendeduría, aunque no sea trivial. Por lo que será necesario que pidan ayuda, si su formación está enfocada a otros propósitos. Ahí pueden ayudarse de sus compañeras o compañeros que disponen de unos estudios más avanzados en matemáticas.
Agradecimientos
Imagen de Cristina Abadía en Pixabay
[i] Recuerde la fábula de Tomás de Iriarte (cervantesvirtual.com)
[ii] Siguiendo el razonamiento de la fábula. Si cuando no se estudia puede sonar la flauta, cuando se estudia debería sonar a las mil maravillas.