En las anteriores entregas era necesario haber leído sus precedentes. La presente es un texto más, independiente de las demás y no es tan fuerte dicha necesidad. No obstante, para que no parezca un texto suelto y sin conexión, escribiré un breve resumen de las anteriores. De ese modo, consta que es la cuarta entrega de una serie de textos que buscan un objetivo: modelar los colores matemáticamente.
En la primera entrega, puse de manifiesto el objetivo de conseguir el propósito mencionado en el párrafo anterior. Definí qué es el color*, luego distinguí entre los colores-materia*, los colores-luz* y los colores-mentales*. Esta distinción se necesita debido a una cadena de interacciones: la materia tiene un color que hace cambiar el color de la luz y este último evoca un color en la mente.
Más adelante, explicaba qué son los modelos matemáticos, el requisito de la geometría y del álgebra para modelar. Luego, me centraba en los colores-luz para desarrollar un modelo de un subconjunto de ellos, lo formalizo y le doy una forma geométrica. Finalmente, valido el modelo diciendo que tengo todos los colores que la luz produce al pasar por un prisma.
En la segunda entrega, para obtener más colores, defino un concepto nuevo llamado el punto de color: punto que muestra un color dependiendo de donde lo ves. Si me muevo en el espacio cada punto de observación le puedo asignar un color, el percibido desde allí. Por motivos prácticos decido moverme de manera que el conjunto de movimientos anterior sea una esfera.
La esfera obtenida anteriormente da lugar a un conjunto de colores más amplio que el obtenido en la primera entrega. No obstante, sigue faltando un conjunto notable de colores. En un intento de llegar a más colores, reflexiono sobre como está construida la esfera anterior y amplio los colores representados como explico más adelante.
Si el semieje positivo es emitir un color, el negativo es absorber dicho color. Este hecho me lleva a tener una zona negra de colores distintos debido a que no emiten ningún color, solo absorben. Esta parte la puedo iluminar con luz blanca y, por extensión, todos los colores de la esfera correspondiente al punto de color. Así, obtengo otra esfera, la correspondiente al punto de color iluminado.
En la tercera entrega, doy posibles relaciones entre lo que estoy haciendo y lo que necesita, no el ser humano, sino la naturaleza. Así, explico que la misión de un ser inteligente en la naturaleza es la misma que la de otro ser vivo: garantizar la vida. Una vez la vida ha conquistado todos los rincones del planeta Tierra, es buena idea exportar la naturaleza a otros planetas.
La vida se codifica a través de cuatro sustancias. Si las encajamos dentro de las matemáticas, las ventajas serán múltiples. Por ejemplo, responder a la pregunta ¿cómo evolucionará la naturaleza si, dado un planeta, lo «germinamos» de unos seres vivos o de un pequeño ecosistema? Esta pregunta recuerda a los avances matemáticos hechos en Teoría del Caos (Matemático).
Los colores, según lo visto, vienen codificados por 3 letras. Si aprendemos de ellos, tengo la esperanza de que podamos «extrapolar» los resultados a la codificación de los seres vivos en 4 letras (sustancias). Finalizo, la entrega demandando unos entes matemáticos nuevos porque no creo que, con las matemáticas actuales, se pueda conseguir un modelo matemático del color para extrapolar a la vida.