Todos conocemos el viejo refrán «Año nuevo, vida nueva». Como si hubiese una magia en el cambio del año para proponerse nuevas metas. Como si fuesen más fáciles de alcanzar por el mero hecho de que algo se renueva. Como si las nuevas condiciones cambian a mejor. Como un borrón y cuenta nueva…
Sin embargo, cuando cumplimos años nos damos cuenta que eso no es así. Al principio, creímos que fuimos demasiado exigentes pidiendo muchos deseos al año nuevo. Más adelante, veíamos que tampoco funciona con pocos objetivos. Finalmente, acabamos no deseando nada. Perdimos la fe.
Este artículo trata de darte un consejo para que te reconcilies con tus deseos y de ese modo que vuelva la esperanza de mejorar el mundo, tu vida o la vida de aquel/la que está en tu corazón. Los deseos son actos generosos si están orientados a ofrecer. Fortalecernos también es un acto de generosidad porque ello nos permitirá dar más de nosotros mismos.
Me alegra decir que, para recuperar la fe, necesitamos hacer uso de razón y no de invocar ninguna magia escondida que solo famosos como Uri Geller parecen demostrar (ver aquí). Esto debe ser un alivio porque significa que está al alcance de nosotros y no de otros factores como duendes, hadas y demás.
Para finalizar esta introducción, quiero recordar aquel falso-refrán que nos sentencia:
Quien mal empieza, mal acaba.
Totalmente falso. La capacidad de aprender consiste en mejorar. Por tanto, podemos empezar mal, mejorar y acabar bien. Tampoco vamos a empezar mal adrede. Sin nada más que introducir ¡empecemos!
El consejo
Cuando la mente le ordena al cuerpo que realice los pasos adecuados, todos tenemos la capacidad de mover las cosas mentalmente. La telequinesis es una fantasía muy bonita que nos gustaría que existiese. Pero, afortunadamente, no la necesitamos por mucho que se empeñen otras historias.
Para aconsejarte necesito que aceptes que no se trata de ofrecerte una fórmula mágica. No voy a intentar hacerte caer en la trampa que existen en ti unas cualidades sobrenaturales que contradicen los fundamentos científicos y escapan a toda racionalidad matemática.
Iré más allá de lo que nos contaban muchos cuentos de la infancia, voy a creer en tus capacidades para conseguir metas, como la de cambiar las cosas de sitio. ¿A caso no se necesita esta capacidad para construir grandes obras arquitectónicas?¿Verdad que no es poca cosa?
Creo en tu capacidad de dar valor a aquello que parece ínfimo. Un átomo es pequeño, pero ¡qué importante es en este mundo! Si no los conociéramos la nanotecnología no sería posible y tal vez esta comunicación tampoco. Los fármacos y la biotecnología dependen mucho de la interacción atómica de las partículas.
Por todo ello, mi insignificante consejo es que hagas esta pequeña distinción:
Cuando vayas a hacer tu lista personal de propósitos para el nuevo año, te aconsejo que distingas aquellos que son objetivos de los que son deseos; así como los objetivos que son aventureros de los que son rutinarios.
Si sabes a lo que me refiero, ya no hay más que decir. De lo contrario sigue leyendo, por favor.
¿Qué es un objetivo, una aventura y un deseo?
Primeramente, quiero comentar que la autoestima se crea y se destruye. Cada página web, blog, artículo de revista o de periódico y referencias especializadas que leo lo afirman al decir qué factores influyen en su formación y desarrollo. Además, relacionan la autoestima con el buen funcionamiento personal y profesional.
Todo ello significa que en el intento de lograr algo provocará que nuestra autoestima varíe, a mejor o a peor, en la mayoría de casos. Por lo que debemos protegernos de su destrucción y fomentar su crecimiento. A continuación, veremos cómo distinguir entre un objetivo, una aventura y un deseo nos ayuda a mejorar la autoestima.
Seguiré en la línea de un artículo escrito anteriormente El método de Lorenzo Ferrer. En el artículo anterior decía que un objetivo es un propósito que su alcance depende íntegramente de uno mismo y los factores externos o imprevistos afectan poco o nada para su logro. Este tipo de propósitos son escasos, por ello aceptaré aquellos que cumplen las condiciones anteriores en gran medida (sin ser al 100%), es decir, aquellos propósitos que dependen de nosotros mismos en un porcentaje muy alto (95%) y muy bajo de otros factores.
Por otro lado, un deseo es un propósito que su logro no depende de nosotros en gran medida y los factores externos pueden afectar. Ello no implica que no debamos desear, implica ser conscientes de que no existe manera alguna de conseguirlo con una garantía alta. En un objetivo podemos realizar una serie de acciones que nos llevarán a él, pero en un deseo solo cabe esperar que se cumpla.
Un ejemplo para diferenciar estos dos conceptos es el de aprobar un examen de oposiciones. Si falta un año o más, tendremos un objetivo; a pesar de que hay diferentes factores que intervienen ajenas a uno mismo, pero la mayor parte recae en nosotros. Por otro lado, si sólo tenemos un par de días para prepararnos, será un deseo. Es obvio que lo único que podemos hacer, en el segundo caso, es presentarnos y probar suerte. También es cierto que hay casos que, aun teniendo mucho tiempo para prepararlas, sigue siendo un deseo. Recuerda, el que no sea un objetivo no significa que no podamos soñar, solo que su logro no depende de nosotros.
Llegados aquí, voy a incluir el concepto de aventura nos será de gran utilidad como veremos más adelante. Una aventura es un tipo de objetivo: aquel que no se dispone de experiencia en conseguirlo. Cuando empezamos, cuando nos iniciamos en un nuevo empeño, todo son aventuras. Ello significa que la falta de experiencia, en muchos casos, nos dificulta/rá el logro y su planificación.
La mayoría de aventuras suelen ser a nivel personal, es decir, la sociedad sí dispone de experiencia para conseguirla, pero nosotros, no. Por ello, cuando la sociedad tampoco tiene experiencia de como lograrlo podemos darles el nombre de aventura social o de nivel mundial. Será mucho más difícil lograrlo porque no podemos acudir a nadie para que nos dé unos consejos.
El mundo laboral está lleno de objetivos no aventureros. Por ejemplo, construir un edificio es algo rutinario donde el plan suele realizarse de forma bastante ajustada a lo previsto, a pesar que se producen muchos imprevistos, contrariedades, repeticiones de tareas, etc. el trabajo se termina, en la mayoría de veces, con éxito.
La ventaja de la distinción
Una vez vistas las diferencias entre los conceptos en cuestión, veamos por qué nos protegen de la autodestrucción de la autoestima y nos ayudan a que crezca. Este tema de la autoestima pertenece más bien a la psicología. No obstante, aunque no soy experto en psicología, sí puedo transmitir mi experiencia emocional.
En primer lugar, el logro de un deseo no depende de nosotros y, además, los factores externos intervienen en un grado elevado. Ello implica que a lo sumo tendremos una lista de tareas, las cuales si no se realizan, no se consigue el deseo, pero no una serie de acciones que si se realizan, se consigue el propósito. El deseo, por tanto, tiene un comportamiento arbitrario, azaroso y sobre todo externo a nuestras acciones. Ello significa que, si no conseguimos el deseo, ni es nuestra responsabilidad y ni, culpa nuestra. Este hecho debe ser suficiente para que no nos desanimemos si no nos toca una especie de “lotería” con reglas desconocidas y mantengas la autoestima a salvo.
En segundo lugar, el logro de una aventura es mucho más difícil que el logro de un objetivo rutinario. Esto se debe a que una aventura es un tipo de objetivo. Si los objetivos más fáciles son los rutinarios, los más difíciles son las aventuras porque, entre otros factores, son objetivos que muchas veces que intentamos conseguirlo por primera vez. Esta diferenciación, por consiguiente, nos ayuda a no subestimar a las aventuras como si fuesen objetivos rutinarios. Así que, es fácil que no lo logremos a la primera. Saber esto debe influir para que nuestra autoestima no sucumbe en los primeros intentos.
En tercer lugar, el hecho de que un propósito sea un objetivo rutinario no nos garantiza su logro. Hay que trabajar, hay que estar alerta, hay que estar centrado, es decir, hay que estar activos. Ello implica el reconocer que alguna de las tareas a realizar puede fallar y, como consecuencia, nos desvíe del objetivo. Tener una actitud activa, nos ayudará a minimizar el fracaso. Por todo ello, digo que, salvo el caso que seamos frágiles, la autoestima tampoco se verá afectada ante pequeños o escasos intentos fallidos. En el caso de que seamos frágiles y nuestra autoestima se vea afectada negativamente en gran probabilidad, recomiendo comentar este hecho a algún especialista.
En cuarto lugar, te pido que si te comparas con los demás tengas en cuenta lo dicho. Si conoces a gente que presume de conseguir sus propósitos pregúntales en que consisten. Luego pregúntate si son objetivos, aventuras o deseos. Tal vez encuentres a una persona muy afortunada o a alguien que, consciente o no, distingue los conceptos anteriores.
En último lugar, quiero dejar clara una directriz: debemos enfocar nuestra predisposición emocional, antes de empezar la experiencia de lograr un objetivo, de forma que nuestra autoestima crezca o, al menos, se mantenga. Como hemos visto, hay formas de mentalizarse para que la autoestima no se autodestruya. Solo se trata de buscarlas. Espero que si aún no tienes ninguna, las que he dicho te inspiran confianza y te sean útiles. Además, la autoestima se “alimenta” de este tipo de vivencias que nos dan emoción: los retos. En condiciones normales, estos son un estímulo para nuestro crecimiento personal y una grata experiencia con la que llenar nuestro baúl de los recuerdos.
¡Feliz y próspero 2019!
Posdata: si miras atrás, verás que muchos grandes logros de la humanidad consisten en convertir en objetivo lo que era un deseo.